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En la Chiquitanía boliviana una comunidad indígena se organiza para manejar apropiadamente sus bosques

Los países andino-amazónicos albergan una gran diversidad biológica y cultural que brinda bienes y servicios ambientales indispensables a su creciente población. Sin embargo, esta se encuentra amenazada por el avance de la frontera agropecuaria, la construcción continua de carreteras, así como por el desarrollo de proyectos extractivos de gran infraestructura y la creciente extracción ilegal y no sostenible de fauna silvestre y madera. Ante este escenario, se formó la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, una acción regional de cuatro años que se inició en 2019 financiada por la Unión Europea e implementada por Wildlife Conservation Society (WCS) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú.

(English below)


Guillermo Reaño con fotos de Gabriel Herrera/WWF Perú

Los países andino-amazónicos albergan una gran diversidad biológica y cultural que brinda bienes y servicios ambientales indispensables a su creciente población. Sin embargo, esta se encuentra amenazada por el avance de la frontera agropecuaria, la construcción continua de carreteras, así como por el desarrollo de proyectos extractivos de gran infraestructura y la creciente extracción ilegal y no sostenible de fauna silvestre y madera. Ante este escenario, se formó la Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques, una acción regional de cuatro años que se inició en 2019 financiada por la Unión Europea e implementada por Wildlife Conservation Society (WCS) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú. 

La población de Palmarito de la Frontera, una de las 128 comunidades del Territorio Indígena Originario Campesino (TIOC) Monte Verde, en el departamento de Santa Cruz, en el oriente de Bolivia, nos recibe con sus mejores bríos. Los niños de la escuela pública que retornaron a sus tareas cotidianas después de la pandemia del COVID saludan nuestra sorpresiva presencia con una espontaneidad que nos sobrecoge. 
 
La alegría y la extrema inocencia en sus rostros son la mejor bienvenida que podían brindarnos. Hemos llegado desde muy lejos para conocer la experiencia forestal de una comunidad indígena vinculada desde siempre a la explotación maderera que ha empezado a manejar por sí misma, sin intermediaciones, los recursos de sus bosques.
 
Un grupo de adolescentes, también escolares, cruzan apurados las calles de tierra rojiza tan característica del suelo de estos poblados en medio del Bosque Seco Chiquitano, un ecosistema impresionante que se extiende por Bolivia, Brasil y Paraguay, para darnos la mano.
 
 
El bosque nuestro de cada día
 
El sol a las doce del día es una tea ardiente que calcina todo lo que sus rayos logran atrapar. Las casitas de barro y techos de palma de este pueblo de 600 habitantes se acomodan alrededor de un descampado donde se elevan los inmensos ceibos de flores rosadas y las cruces que imitan las que se fueron levantando por toda la Chiquitanía en el tiempo de las misiones jesuíticas.
 
En una de las aulas del Centro Educativo 1° de Mayo nos reciben Juan Carlos Ortiz, 28 años, el cacique de Palmarito de la Frontera y los demás integrantes de la directiva comunal. Los acompañan los miembros de la Organización Forestal Comunitaria (OFC), algunos docentes de la escuela pública, los técnicos de WWF Bolivia, la institución detrás de la asistencia recibida por la comunidad para manejar de mejor manera la extracción y comercialización de sus maderas y los bulliciosos integrantes del cuerpo de bomberos encargados de combatir los incendios forestales que siguen diezmando los bosques chiquitanos. 
 
Un común denominador se advierte entre nuestros anfitriones: casi todos son jóvenes. Uno a uno nos va refiriendo su historia.
 
Juan Carlos Ortiz, el cacique de Palmarito, es quien inicia el diálogo: “Nuestra comunidad se dedica a la agricultura y a la ganadería, somos mayoritariamente campesinos; sin embargo, desde hace muchos años nos venimos vinculando también al negocio forestal. Esas tres actividades ocupan nuestro día a día”. Como otras localidades del TIOC Monte Verde, un territorio indígena cuya superficie roza el millón de hectáreas, la comunidad de Palmarito cuenta con autorización de la autoridad forestal boliviana para extraer maderas de sus bosques. 
 
Claro, extraerlas para colocarlas posteriormente en un negocio cuyas ganancias mayoritarias iban a parar a las arcas de los intermediarios, cuando no a los bolsillos de las mafias que alientan el tráfico ilegal de madera en Bolivia, una actividad que compromete la salud de extensas coberturas arbóreas de los departamentos de Santa Cruz, Tarija, La Paz, Beni y Cochabamba.
 
“No ganábamos lo que nos correspondía, acota Jesús Rivera, el mayor de los asistentes a la reunión de bienvenida, tanto que la desconfianza en el trabajo forestal fue creciendo cada vez más en la comunidad”. Lógico, los camiones que transportaban incontables volúmenes de madera creaban legítimas suspicacias y malestar entre la población. 
 
“Cuando asumí la presidencia de la Organización Forestal Comunitaria (OFC), el órgano al interior de las comunidades indígenas bolivianas encargadas del Manejo Forestal Comunitario de acuerdo con el mandato de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) del Ministerio de Medio Ambiente de Bolivia, la falta de liquidez y las deudas que habíamos asumido no dejaban de crecer”, termina de contarnos.
 
“Felizmente ese tiempo ya pasó, acota Carmen Chuero, actual vicepresidenta de la OFC, ahora negociamos nuestra madera con empresas que nos pagan mejores precios y nos hemos convertido en líderes en la región”. 

 
Guardianes del paraíso
 
¿Qué fue lo que pasó? ¿cómo hicieron los comuneros de Palmarito para convertir a la comunidad en un modelo de eficiencia forestal?
 
Dejamos la institución educativa para recorrer los bosques de la comunidad y ver el trabajo que la población ha emprendido para manejar sus recursos forestales y de paso visitar la sede de la Organización Forestal Comunitaria, orgullo de la población de Palmarito, para saber más detalles de la revolución que vamos conociendo. 
 
El Bosque Seco Chiquitano con sus más de 24 millones de hectáreas de extensión es el bosque seco tropical más grande del planeta. Estamos hablando de una ecorregión de transición entre la Amazonía y el Gran Chaco definida por su alta biodiversidad y fragilidad que presenta temporadas de lluvias que suelen durar seis meses y temporadas de sequías extremas que se alargan por un tiempo similar. 
 
En los últimos años la región ha sido escenario de pavorosos incendios que han puesto en peligro su integridad.  En el 2019 el fuego provocado por la expansión agrícola y la deforestación afectó seis millones de hectáreas de su superficie.
 
En ese contexto tan especial, los bosques de Palmarito de la Frontera adquirieron una importancia fundamental. De allí el interés de la ABT, la autoridad forestal boliviana, por organizar su apropiada explotación a través de la Certificación Verde, un proceso en el cual la autoridad forestal evalúa el desempeño de los usuarios de la cadena productiva de la madera para establecer el grado de cumplimiento de la normativa forestal, social y ambiental vigentes con el objetivo de otorgarles los incentivos necesarios para el crecimiento y desarrollo del sector.
 
“Nos evaluaron, toma la posta Jesús Rivera, entonces máxima autoridad de la OFC, y como era de esperarse, salimos desaprobados”. 
 
La desazón fue tremenda, lo escuchan los jóvenes directivos de la actual organización comunal, nadie sabía qué hacer. Habían obtenido la puntuación más baja de todas las comunidades evaluadas por la autoridad forestal a lo largo del territorio Monte Verde.
 
Pasado el mal momento, el directorio de la OFC que ahora tiene un local propio y las cuentas en azul, dio un paso fundamental. Decidió buscar la colaboración de WWF Bolivia, una organización que venía prestando asistencia técnica y apoyo en el fortalecimiento de capacidades de algunas comunidades indígenas de la Chiquitanía boliviana en el marco del programa Alianza por la Fauna Silvestre y los Bosques.

 
Manos a la obra
 
“Los jóvenes decidimos tomar la posta, agrega Germán Putaré, actual presidente de la Organización Forestal Comunitaria de Palmarito de la Frontera había que mejorar el manejo forestal de nuestros bosques, no teníamos otro camino”. Y eso fue lo que hicieron, asumieron las capacitaciones dispuestas a convertir la desilusión en esperanza… 
 
María del Carmen Carreras, responsable de productividad y mercados de WWF Bolivia, asiente. Para su institución el fortalecimiento de las capacidades de las comunidades indígenas resultaba indispensable para defender el territorio indígena de la tala ilegal. “La comunidad tenía que apropiarse de las herramientas que les permitiera reaccionar de manera rápida y efectiva ante la menor amenaza de alteración en sus bosques y lo hicieron de manera ejemplar”, agrega.
 
“No ha sido un camino fácil”, comenta Mauricio Tomichá, representante legal del Plan de Manejo Forestal de Palmarito, un joven curtido en la elaboración de planes de negocios en condiciones beneficiosas para su comunidad, “hemos tenido que vencer muchos obstáculos y aprender casi todo desde un principio”.
 
En la actualidad los miembros de la OFC, debidamente capacitados, conocen los volúmenes de madera que la comunidad tiene, realizan sus propios censos forestales, manejan directamente los contratos que deben firmar con las empresas con las que se vinculan, preparan los balances económicos que les permite rendir cuentas antes la asamblea comunal.  “Todos nuestros árboles están debidamente censados, cada uno tiene un número, placa, nombre de la especie, sus medidas, los datos que indican la calidad de su madera”, agrega Germán Putaré, el presidente de la organización forestal.

 
Una certificación verde que vale oro
 
El ingeniero Ernesto Escalante, el oficial forestal de WWF Bolivia, fue el encargado de dirigir el proceso de reconversión de la OFC chiquitana. “En el 2019 empezamos a soñar, comenta, era necesario hacerlo y entre tantos sueños nos quedó claro que la OFC debía tener un local propio”. Hasta ese momento los documentos de la organización y los pocos bienes que tenía andaban desperdigados por todas partes. “Se hicieron las gestiones y se consiguió un terreno y luego, a punto de mucho esfuerzo y trabajo colaborativo, se construyó este local”, lo dice señalando las cómodas instalaciones por las que nos movemos. 
 
Luego de casi tres años de aprendizajes y esfuerzos la comunidad fue nuevamente evaluada por la autoridad forestal y la puntuación que obtuvo dejó con la boca abierta a los evaluadores. Palmarito de la Frontera podía dar garantía al mundo de que los recursos maderables de sus bosques estaban siendo utilizados a partir de un manejo sostenible.
 
“La obtención de la Certificación Verde en junio del 2021 fue un momento histórico para nuestra comunidad, toma la palabra nuevamente Mauricio Tomichá, de pronto nos convertimos en una de las pocas comunidades del territorio Monte Verde con un reconocimiento que nos permite ingresar a mercados más competitivos y con las ganancias de la comercialización de la madera devolverle a nuestro pueblo el futuro que se merece”.
 
Y no solo eso, el ingeniero Escalante nos refirió en un aparte de nuestro recorrido que cuando una comunidad se involucra de la manera como lo han hecho los pobladores de Palmarito empiezan a generarse de manera inmediata el control y la vigilancia forestal que se requiere para ganarle la batalla a los traficantes de madera. “Se necesitaba primero, nos dijo, que las comunidades conocieran el marco forestal vigente y luego que supieran como distribuir los beneficios del manejo forestal de manera transparente”.
 
Los beneficios del manejo forestal en la comunidad son evidentes. De común acuerdo con la asamblea comunal las ganancias están siendo invertidas en proyectos de salud y educación, principalmente.  “Y en atender las emergencias”, agrega la vicepresidenta Chuero: la comunidad pudo enfrentar de mejor manera la catástrofe del 2019 -se refería a los incendios en los bosques chiquitanos- con la compra de calaminas, 16 por cada vivienda, para las 113 familias afectadas”. Casi treinta mil dólares invertidos en atender las necesidades de la gente. 
 
“Hemos adquirido una camioneta que es utilizada para atender los requerimientos de todos y apoyar la labor de las cuadrillas de trabajadores forestales, continúa Putaré, y movilizar a los bomberos forestales apenas de prenda el fuego sobre nuestros bosques”.

 
Buenos muchachos
 
Los jóvenes de la OFC no quieren dormirse en sus laureles, saben muy bien que les queda mucho recorrido por delante. “Si manejemos de manera óptima nuestros bosques, concluye el experimentado Tomichá, un aguerrido dirigente comunal de 28 años, nuestras ganancias serán mayores. Nuestro plan de manejo forestal hablaba hasta hace un tiempo de 5 mil hectáreas bajo manejo, hace un año decidimos ampliar esa cobertura a 9,600 ha. con el objetivo de proteger nuestros bosques. Si antes ganábamos treinta mil dólares en una campaña ahora ganamos 70 mil. Nuestra siguiente meta es procesar la madera que extraemos del bosque para ganar cien mil. Queremos que los hombres y mujeres de Palmarito encuentren en nuestra propia comunidad los empleos que les permitan atender sus necesidades”.
 
En Palmarito de la Frontera, la comunidad forestal que vive de la salud de sus bosques y que paradójicamente uno de sus flancos limita con una de las tantas colonias menonitas dedicadas a los monocultivos, otro de los problemas del bosque chiquitano, el futuro de sus pobladores dejó de ser incierto. La sonrisa de los niños que vemos en el patio del colegio y en los senderos que los llevan a casa después de las clases lo confirman.
 
"Como WWF hemos aprendido muchísimo en Palmarito de la Frontera, nos cuenta María del Carmen Carreras, familiarizarnos con la gente para acompañarlos en sus sueños ha sido maravilloso. Los jóvenes de la OFC y la comunidad en su conjunto hicieron más de lo que esperábamos. Estamos seguros que serán los mejores maestros para las comunidades que se sumen al esfuerzo de salvar los bosques de la Chiquitanía”.
 
Nosotros también.

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In Bolivia's Chiquitano Dry Forest, an indigenous community organizes to properly manage its forests

 
Guillermo Reaño with photos by Gabriel Herrera/WWF Peru


The Andean-Amazon countries are home to a great biological and cultural diversity that provides indispensable environmental benefits and services to their growing population. However, this diversity is threatened by the advance of the agricultural boundary, the continuous construction of highways, as well as by the development of large-scale extractive infrastructure projects, and the increasing illegal and unsustainable extraction of wildlife and timber. Against this backdrop, the Alliance for Wildlife and Forests was formed, a four-year regional action that began in 2019 funded by the European Union and implemented by the Wildlife Conservation Society (WCS) and the World Wildlife Fund (WWF) in Bolivia, Ecuador, Colombia, and Peru.


The people of Palmarito de la Frontera, one of the 128 communities of the Monte Verde Indigenous Indigenous Territory (TIOC) in the department of Santa Cruz, in eastern Bolivia, welcome us with their best spirits. The public-school children who returned to their daily tasks after the COVID pandemic greet our surprising presence with a spontaneity that overwhelms us.
 
The joy and extreme innocence on their faces are the best welcome they could give us. We have come a long way to learn about the forestry experience of an indigenous community that has always been linked to timber management and has begun to manage the resources of its forests on its own, without intermediaries.
 
A group of teenagers, also schoolchildren, quickly cross the reddish dirt roads so characteristic of the soil of these villages in the middle of the Chiquitano Dry Forest, an impressive ecosystem that extends through Bolivia, Brazil, and Paraguay, to shake hands.

 
Our daily forest
 
The sun at midday is a burning fire that calcines everything its rays manage to catch. The little houses of mud and palm roofs of this town of 600 inhabitants are arranged around an open field where the immense ceibo trees of pink flowers and the crosses that imitate those that were raised throughout the Chiquitanía at the time of the Jesuit missions rise.
 
In one of the classrooms of the Centro Educativo 1° de Mayo we are welcomed by Juan Carlos Ortiz, 28 years old, the cacique of Palmarito de la Frontera, and the other members of the communal board of directors. They are accompanied by members of the Community Forestry Organization (OFC), some teachers from the public school, technicians from WWF Bolivia, the institution behind the assistance received by the community to better manage the extraction and commercialization of their timber, and the members of the fire department in charge of fighting the forest fires that continue to affect the Chiquitano forests.
 
There is a common denominator among our hosts: almost all of them are young. One by one they tell us their story.
 
Juan Carlos Ortiz, the cacique of Palmarito, is the one who begins the dialogue: "Our community is dedicated to agriculture and cattle raising, we are mostly farmers; however, for many years we have also been involved in the forestry business. These three activities are our daily activities”. Like other localities in the Monte Verde TIOC, an indigenous territory whose surface area is close to one million hectares, the Palmarito community has authorization from the Bolivian forestry authority to extract timber from its forests.
 
Of course, extracting them to later place them in a business whose majority profits went to the coffers of intermediaries, if not into the pockets of the mafias that encourage illegal timber trafficking in Bolivia, an activity that compromises the health of extensive tree cover in the departments of Santa Cruz, Tarija, La Paz, Beni, and Cochabamba.
 
“We were not earning what we were entitled to, says Jesús Rivera, the eldest of those attending the welcome meeting, so much so that distrust of forestry work grew more and more in the community”. Logically, the trucks transporting countless volumes of timber created legitimate suspicions and unease among the population.
 
"When I assumed the presidency of the Community Forestry Organization (OFC), the body within the Bolivian indigenous communities in charge of Community Forest Management in accordance with the mandate of the Bolivian Ministry of the Environment's Authority of Social Control and Inspection of Forests and Land (ABT), the lack of liquidity and the debts we had taken on kept growing," she says.
 
“Fortunately, that time is over, says Carmen Chuero, OFC's current vice-president, now we negotiate our timber with companies that pay us better prices and we have become leaders in the region”.
 
 
Guardians of paradise
 
What happened? How did the community members of Palmarito turn the community into a model of forestry efficiency?
 
We left the educational institution to visit the community's forests and see the work that the people have undertaken to manage their forest resources and visit the headquarters of the Community Forestry Organization, the pride of the people of Palmarito, to learn more details of the revolution that we are learning about.
 
The Chiquitano Dry Forest, with its more than 24 million hectares of extension, is the largest tropical dry forest on the planet. We are talking about an ecoregion of transition between the Amazon and the Gran Chaco defined by its high biodiversity and fragility that presents rainy seasons that usually last six months and extreme drought seasons that last for a similar period.
 
In recent years, the region has been the scene of terrible fires that have endangered its integrity.  In 2019, fires caused by agricultural expansion and deforestation affected six million hectares of its surface.
 
In this special context, the forests of Palmarito de la Frontera acquired fundamental importance. Hence the interest of the ABT, the Bolivian forestry authority, in organizing their proper exploitation through Green Certification, a process in which the forestry authority evaluates the performance of users of the timber production chain to establish the degree of compliance with current forestry, social and environmental regulations with the aim of granting them the necessary incentives for the growth and development of the sector.
 
"We were evaluated, Jesús Rivera, then the highest authority of the OFC, took the post, and as expected, we failed".
 
The dismay was tremendous, as the young directors of the current community organization heard, nobody knew what to do. They obtained the lowest score of all the communities evaluated by the forestry authority throughout the Monte Verde territory.
 
Once the bad moment was over, the board of the OFC, which now has its own premises and accounts in blue, took a fundamental step. It decided to seek the collaboration of WWF Bolivia, an organization that had been providing technical assistance and capacity-building support to some indigenous communities in Bolivia's Chiquitanía region under the Alliance for Wildlife and Forests program.
 
 
Let's get to work!
 
“The youth decided to take the lead, adds Germán Putaré, current president of the Community Forestry Organization of Palmarito de la Frontera, we had to improve the management of our forests, we had no other way”. And that is what they did, they took on the training, ready to turn disillusionment into hope…
 
María del Carmen Carreras, head of productivity and markets at WWF Bolivia, agrees. For her institution, strengthening the capacities of the indigenous communities was essential to defend the indigenous territory from illegal logging. "The community had to acquire the tools that would allow them to react quickly and effectively to the slightest threat of disturbance to their forests, and they did so in an exemplary manner," she adds.
 
"It hasn't been an easy road," says Mauricio Tomichá, legal representative of Palmarito's Forest Management Plan, a young man experienced in developing business plans that benefit his community, "we have had to overcome many obstacles and learn almost everything from the beginning”.
 
Today, the OFC members, duly trained, know the community's timber volumes, carry out their own forestry censuses, directly manage the contracts they must sign with the companies they work with, and prepare the financial statements that allow them to report to the community assembly.  "All our trees are duly registered, each one has a number, a plaque, the name of the species, its measurements, and data indicating the quality of its wood," adds Germán Putaré, the president of the forestry organization.
 
 
A green certification worth gold
 
Engineer Ernesto Escalante, WWF Bolivia's forestry officer, oversaw leading the OFC Chiquitana's conversion process. "In 2019 we started dreaming, he comments, it was necessary to do it and among so many dreams it became clear to us that the OFC had to have its own premises”. Until then, the organization's documents and the few assets it had were scattered all over the place. “We took the necessary steps and obtained a piece of land and then, with a lot of effort and collaborative work, we built these premises" he says, pointing to the comfortable facilities where we move around.
 
After almost three years of learning and effort, the community was once again evaluated by the forestry authority and the score it obtained left the evaluators open-mouthed. Palmarito de la Frontera could guarantee to the world that the timber resources of its forests were being used through sustainable management.
“Obtaining the Green Certification in June 2021 was a historic moment for our community, said Mauricio Tomichá once again, suddenly we became one of the few communities in the Monte Verde territory with a recognition that allows us to enter more competitive markets, and with the profits from the commercialization of the wood give back to our people the future they deserve".
 
Engineer Escalante told us that when a community gets involved in the way the residents of Palmarito have, they immediately begin to generate the forest control and vigilance required to win the battle against timber traffickers. "First, he told us, the communities needed to know the current forestry framework and then they needed to know how to distribute the benefits of forest management in a transparent manner".
 
The benefits of forest management in the community are evident. In agreement with the community assembly, the profits are being invested mainly in health and education projects.  "And in attending to emergencies," adds Vice President Chuero: the community was able to better face the catastrophe of 2019 - she was referring to the fires in the Chiquitano forests - with the purchase of calamines, 16 for each house, for the 113 families affected. Almost thirty thousand dollars were invested in meeting the needs of the people.
 
“We have acquired a truck that is used to attend to everyone's needs and support the work of the forestry crews, Putaré continued, and to mobilize the forest firefighters as soon as a fire breaks out in our forests”.
 
 
Good guys
 
The youth of the OFC doesn’t want to sit back and do nothing; they know very well that they have a long way to go. “If we manage our forests optimally, concludes the experienced Tomichá, a 28-year-old community leader, our profits will be greater. Until recently, our forest management plan talked about 5,000 hectares under management, but a year ago we decided to expand that coverage to 9,600 hectares to protect our forests. If we used to earn thirty thousand dollars in a campaign, now we earn 70 thousand. Our next goal is to process the wood we extract from the forest to earn one hundred thousand. We want the men and women of Palmarito to find jobs in our own community to meet their needs”.
 
In Palmarito de la Frontera, the forest community that lives off the health of its forests and that, paradoxically, one of its flanks borders one of the many Mennonite colonies dedicated to monoculture, another of the problems of the Chiquitano forest, the future of its inhabitants is no longer uncertain. The smiles of the children we see in the schoolyard and on the trails that take them home after school confirm this.
 
“As WWF we have learned a lot in Palmarito de la Frontera, says María del Carmen Carreras, getting to know the people and accompanying them in their dreams has been wonderful. The OFC youth and the community did more than we expected. We are sure that they will be the best teachers for the communities that join the effort to save the forests of Chiquitanía".
 
So are we.

 
© Gabriel Herrera - WWF
Camino hacia la Comunidad de Palmarito de la Frontera, para aprender sobre su experiencia en la Certificación Forestal.
© Gabriel Herrera - WWF
La Comunidad de Palmarito de la Frontera obtuvo la certificación forestal convirtiéndose en un ejemplo para las comunidades de su Territorio Indígena.